La inclusión financiera es fundamental para reducir la pobreza y promover el crecimiento económico. Se refiere al acceso efectivo de todas las personas, especialmente las más vulnerables, a productos y servicios financieros asequibles, como cuentas de ahorro, créditos, seguros y medios de pago.
En muchas partes del mundo, millones de personas siguen fuera del sistema financiero formal. Esto limita su capacidad de ahorrar, invertir en educación o salud, emprender negocios o enfrentar emergencias. La falta de acceso suele estar relacionada con la informalidad laboral, el analfabetismo financiero, la desconfianza en los bancos y la carencia de infraestructura tecnológica.
La digitalización ha abierto nuevas oportunidades para la inclusión. Las fintech, las billeteras electrónicas, los pagos móviles y la banca digital permiten llegar a zonas remotas y reducir costos. Sin embargo, su implementación debe garantizar seguridad, privacidad y una alfabetización digital adecuada.
La inclusión financiera también implica promover productos adaptados a diferentes realidades, como microcréditos con enfoque de género, seguros agrícolas para pequeños productores o cuentas sin comisiones para jóvenes.
Un sistema financiero realmente inclusivo no debe ser solo un canal de consumo, sino una herramienta para empoderar a las personas, fortalecer sus proyectos de vida y generar bienestar colectivo.
