
El cambio climático es uno de los mayores retos científicos y sociales del siglo XXI. Su estudio requiere la colaboración de disciplinas como climatología, biología, oceanografía, economía y sociología. Y su solución depende de la voluntad colectiva de actuar con base en la evidencia científica.
Durante décadas, la ciencia ha alertado sobre los efectos del calentamiento global: aumento del nivel del mar, fenómenos meteorológicos extremos, pérdida de biodiversidad y riesgos para la salud humana. A pesar del consenso científico, las respuestas políticas han sido lentas o insuficientes.
Los informes del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) sintetizan miles de investigaciones y constituyen una guía confiable para la toma de decisiones. Además, nuevas tecnologías permiten medir con precisión emisiones, cambios en los ecosistemas y comportamientos energéticos.
Pero el desafío no es solo técnico. También es cultural y ético. Requiere transformar nuestros modelos de producción y consumo, así como garantizar justicia climática: los países y comunidades más afectados suelen ser los que menos contribuyeron al problema.
La ciencia debe dialogar con la política, el activismo y la educación para impulsar cambios reales. Comprender el cambio climático desde una perspectiva científica es el primer paso para enfrentarlo con soluciones eficaces, equitativas y sostenibles.









