
La lucha por la equidad de género es una de las causas más transformadoras del siglo XXI. A pesar de los avances, las mujeres y personas de género diverso siguen enfrentando desigualdades estructurales en todo el mundo: brechas salariales, violencia, falta de representación política y limitaciones en el acceso a derechos reproductivos.
Movimientos internacionales como #MeToo, Ni Una Menos y la Marea Verde han impulsado debates profundos en todos los continentes, visibilizando problemas y exigiendo cambios reales en las estructuras de poder.
Sin embargo, el avance no ha sido lineal. En varios países, los retrocesos legislativos y culturales han puesto en riesgo derechos ya conquistados. La lucha feminista sigue siendo incómoda para quienes ven amenazado el statu quo.
La equidad de género implica redistribución del poder, corresponsabilidad en los cuidados y transformación de los imaginarios sociales. También demanda políticas públicas con enfoque de género interseccional y presupuesto específico.
Educación, salud, trabajo, justicia y participación política deben garantizarse de manera igualitaria. La equidad no se logra solo con leyes, sino con cambios culturales profundos que reconozcan la dignidad y el valor de todas las personas.
El futuro será igualitario o no será. La equidad de género no es un favor ni una moda: es una cuestión de derechos humanos y democracia.









