La paz no es solo la ausencia de guerra, sino la presencia de justicia, diálogo y respeto por los derechos humanos. En el siglo XXI, los conflictos armados han cambiado de forma, pero siguen siendo una amenaza constante para millones de personas.
Guerras civiles, enfrentamientos étnicos, violencia por recursos naturales y conflictos geopolíticos afectan a diversas regiones, desde África y Medio Oriente hasta Europa del Este. Además, el terrorismo, la proliferación de armas y el crimen organizado transnacional agravan la situación.
La comunidad internacional tiene el desafío de fortalecer los mecanismos de prevención de conflictos, el desarme, la mediación diplomática y la reconstrucción posbélica. La ONU, aunque limitada por intereses cruzados, sigue siendo un actor clave en el mantenimiento de la paz.
La paz duradera solo es posible si se abordan las causas estructurales de los conflictos: desigualdad, exclusión, racismo, explotación de recursos y violaciones de derechos humanos. La justicia transicional, la memoria histórica y la participación ciudadana son herramientas fundamentales en los procesos de reconciliación.
Construir la paz también requiere educación, cultura del diálogo y compromiso de las juventudes. Es una tarea colectiva que comienza desde lo local, pero con una visión global.
